lunes, 21 de mayo de 2012


¿Por qué te callas?

No estaría mal hacer un resumen de las más comunes excusas que está esgrimiendo el docente para no movilizarse (en forma de huelgas, manifestaciones, reuniones de asambleas, etc.) y reflexionar un poco sobre sus características y dimensiones:
  1. Es que los sindicatos… (Terminen la queja como quieran, se admiten muchas variantes)
    Parece que la razón última de los sindicatos es, precisamente, servirnos de excusa para no asumir responsabilidades. Se nos ha debido olvidar que, si atendemos al recorrido seguido hasta ahora, cuando las asambleas de profesores han sido fuertes, los sindicatos (como no podía ser de otro modo) han escuchado las propuestas que los profesores decidían. La ecuación es simple. Cuando las asambleas de profesores empezaron a despoblarse, eran los sindicatos los que marcaban su ritmo,  más lento porque no sentían cerca el aliento de los docentes.
  2. Es que no me puedo permitir una huelga…
    Esto se traduce en lo siguiente: hago como que no pasa nada mientras compruebo cómo me dan palos hasta en el carnet de identidad. Con esta actitud hemos conseguido perder casi un 25 por ciento de nuestro poder adquisitivo en poco más de un año. ¿Alguien se cree de verdad que las reivindicaciones que perseguimos pueden conseguirse sin esfuerzo? No es hora de ponerse grandilocuente, pero no viene mal recordar los esfuerzos pasados de tantos y tantos individuos anónimos para lograr una sociedad más justa y mejor. ¿Podríamos mirarlos a la cara sin sentir vergüenza?
  3. Es que las cosas están muy mal…
    No nos compete aquí hablar en términos  económicos cuya complejidad nos excede (bien es cierto que cada vez más parece que también excede a los expertos en términos económicos), pero a veces es bueno que nos enfrentemos a la complejidad con pequeñas dosis de sencillez. ¿Es de rigor pensar que puede salirse de una crisis con una población peor formada, más analfabeta? En el supuesto de que salgamos, ¿qué crisis vendrá después?
    Lo que no parece lógico es que uno se quede quieto cuando ve que el fruto de su trabajo se corrompe por decisiones tomadas a la ligera (empezamos a creernos que es fácil gobernar, basta con contratar un contable y pedirle que cuadren las cuentas, sin importar de dónde recorta ni cómo, ni las consecuencias de la cuadratura.)
  4. Es que yo huelgas de un día no hago; me parecen una estupidez. Huelga indefinida.
    Toda huelga es un pulso a la administración, toda huelga incomoda al gobernante. Pongamos, sólo pongamos, por ejemplo, que las anteriores huelgas hubiesen tenido un seguimiento incontestable, masivo, pongamos de un 90 por ciento. ¿De verdad creemos que no habrían servido para nada? No obstante, esta premisa, cuando no es una excusa (es decir, maximizo la petición porque sé que no se va a llevar a cabo y si se lleva, ya veremos), creemos que conviene replanteársela ahora.
Con las cosas como están, con el trecho ya caminado, con los recortes a infantil y primaria, que se queda sin profesores de apoyo y con ratios insultantes, con los nuevos recortes que vienen en secundaria, con nuevas ratios más insultantes aún que las actuales, con las sucesivas declaraciones de políticos gobernantes que se ríen de nosotros (¿Es que no tenemos dignidad?), con la aseveración clara de nuestra presidenta de que va a fomentar la educación concertada y privada, con el tan manido como cierto, en fin, desmantelamiento de la educación pública, ¿podemos plantearnos otra cosa que no sea no entrar en clase en Septiembre hasta que quien decide vuelva al planeta cada vez menos común de la cordura?
A nadie en su sano juicio se le escapa que no se trata sólo de reivindicaciones laborales. Por utilizar una plástica comparación, es como si a los trabajadores de una fábrica les obligasen a trabajar más por menos con el objetivo de crear productos defectuosos. ¿Hay algo más estúpido e inhumano? A no ser que nos creamos que aumentar el número de alumnos hasta cifras indecentes no empeora la calidad de la enseñanza, porque, como dicen ellos “no hay ningún estudio que así lo certifique”. Tampoco hay estudios sobre que la lluvia moje ni de que sangramos al cortarnos un dedo, pero, ya se sabe, dentro de esta espiral surrealista igual nos dicen un día que no hay ningún estudio serio que certifique que nos podemos morir de hambre y nos quitan hasta el pan.
Por todo lo dicho, creemos que es hora de plantearnos objetivos claros y de adquirir la voluntad necesaria para luchar por ellos.

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